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Travel Blog

Fuera de Ruta

Viajes a lugares que trascienden las guías de turismo

Talampaya: Viaje al centro de la tierra

El vértigo de la ciudad se detiene por completo. Ya no hay apuro por llegar. No hay apuro por irse.  Aquí, en Talampaya, frente a estas paredes rojas se abre otra dimensión, en un espacio distinto, que excede al ser humano.

Viajar al Parque Nacional Talampaya es viajar en el tiempo: implica transitar por formaciones geológicas de 250 millones de años, caminar por tierras que habitaron dinosaurios, remontarse a la prehistoria del planeta. Es un viaje al inicio de todo.

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En medio de este semidesierto colorado, con murallas esculpidas por el movimiento de la tierra, el agua y el viento, se siente la inmensa fuerza de la naturaleza por encima de su accidentado devenir.

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Los sedimentos del período triásico acumulados durante millones de años en la profundidad del plantea emergieron y quedaron descubiertos por movimientos de la Cordillera de los Andes. Aquí se puede caminar por suelos que corresponden al Mesozoico inferior, medio o superior, en unos pocos pasos.

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Los inmensos cañones fueron formados por el choque de placas tectónicas de la tierra y del océano: "el piso, que estaba horizontal, pasó a ser vertical", explica, con voz pausada y amigable, Juan Latif, uno de los guías de este parque nacional ubicado en el centro-oeste de La Rioja.

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Hay muchas formas de conocer este territorio surcado por ríos secos, que son huella y camino. Se puede visitar en bicicleta: se alquilan aquí, dentro del parque. Se pueden hacer caminatas. O recorrer en vehículos 4x4. Pero siempre con un guía local.

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Los ríos, la mayor parte del tiempo secos, pueden tomar volumen en cuestión de pocas horas y arrastrar a su paso rocas y ramas. Y en ese caso el camino puede resultar, sin guía mediante, peligroso.

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En el interior del parque se puede acampar.  El área de acampe está cerca de la proveeduría y de los servicios.  La mayoría de los que eligen quedarse a pasar la noche son turistas extranjeros.

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El cielo es limpio y profundo. La luna y las estrellas son los únicos faroles cuando cae el sol. "Es sorprendente. Esto supera mis expectativas", dice Martín Riobo, que se prepara para pasar la noche en una tienda de campaña verde y pequeña. "Acá sentís que viajás en el tiempo", afirma su compañero de viaje, Daniel Ledesma. Los dos tienen una sonrisa amplia y relajada. Hace una semana que recorren la ruta 40. Pasaron por Catamarca y San Juan antes de llegar a La Rioja.

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No importan la señal de teléfono ni el televisor. "Acampar acá es dormir bajo la luz de la luna y de las estrellas en la inmensidad", sostienen los jóvenes, que no temen a los pumas, los zorros ni otros animales avistados en el interior más profundo de Talampaya de manera ocasional por los guardaparques que vigilan el territorio. También se pueden avistar múltiples aves: garcita blanca, cóndor andino, lechuzas vizcacheras, choiques, churrinches, caranchos, halcones plomizos, pepiteros, zorzales, calandrias moras y pájaros carpinteros en una variedad propia del cardón.

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Tan solo un tres por ciento de las 213.000 hectáreas del parque nacional son de acceso público. Durante el día hay diversas excursiones para recorrer los cañadones y las formaciones geológicas. No todo el territorio es igual. El Cañón de Talampaya es acaso el más asombroso: en medio de sus murallas, de hasta 150 metros de alto, con distintas formas que recuerdan catedrales, torreones o pequeñas ciudades, esconde un pequeño jardín botánico.

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Hasta allí llegan los tours en bicicleta y los trekkings. Para seguir viaje hasta las formaciones más ocultas una de ellas recuerda un monje es necesario subirse a una camioneta o un camión 4x4. La excursión denominada Safari Aventura Plus llega a los sectores más remotos a bordo de un camión overland. En posible recorrer este sector en un solo día y combinar el paseo con el cañadón Don Eduardo.

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En cambio, el cañadón del Arco Iris, que se visita junto a la Ciudad Perdida, tiene un ingreso distinto. Es recomendable ir en una segunda visita al parque y disponer de otro día para hacer excursiones en su interior: sorprende con sus sierras multicolor, que recuerdan al cerro de los siete colores de Purmamarca, Jujuy.

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Esta visita es más corta. Y sólo se camina por el interior: no hay alquiler de bicicletas en este acceso.

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En el Cañadón del Arco Iris, las formaciones de color verde dan cuenta de sedimentos de 230 millones de años; las rojas, de 240 millones de años, y las rosadas, de 250 millones. Pero también hay grietas blancas correspondientes a la acumulación de sal; grietas grises formadas por ceniza volcánica y amarillas, por la oxidación de azufre. Hay cañadones más altos que edificios enteros y otros aún en formación.

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"Acá la naturaleza tiene otros tiempos. Más lentos que los del hombre. Nosotros no somos nada", dice Camilo Ormeño, guía de la cooperativa de turismo de Talampaya.

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El paisaje es asombroso. Julián Elia y Mariana Gallara están atónitos. "Nunca imaginamos que fuera tan espectacular", sostiene la pareja, en un alto en el Jardín Botánico. Ellos son algunos de los 70.000 turistas que visitan cada año este lugar.

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En Talampaya es posible hacer paseos a la luz de la luna (exclusivamente con guías). Entonces el desierto rojo se tiñe de luz blanca. Hay tiempo para detenerse a contemplar. Anclados en la naturaleza, a 30 kilómetros del poblado más cercano.

Datos Utiles

Cómo llegar: Desde el aeropuerto de La Rioja hasta el Parque Nacional Talampaya, por ruta nacional 38, luego ruta nacional 150 y, finalmente, ruta 76. Son 163 kilómetros, algo menos de dos horas de viaje.

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