top of page

Travel Blog

Fuera de Ruta

Viajes a lugares que trascienden las guías de turismo

El imperio del sol naciente

TOKIO

Hay que viajar a través de medio planeta para llegar a éste, el antiguo Imperio del Sol Naciente, donde la luz del día se anticipa doce horas, donde el futuro es presente.

​

Será, justamente, por el largo viaje a través del tiempo y del espacio que llegar al aeropuerto Narita es como descender en otra galaxia, acaso sólo imaginada en la serie Futurama.

​

Ya en la estación aérea, de líneas curvas y aerodinámicas, el visitante queda aturdido por el avance de la tecnología digital: hasta los baños públicos están equipados con retretes computarizados, que ofrecen escuchar música, esparcir perfume o regular la temperatura del lugar.

​

A 75 kilómetros del aeropuerto, en el centro de la ciudad, hay cientos de rascacielos iluminados con luces de neón y gigantescas pantallas de plasma.

​

Estas se multiplican por miles en el distrito electrónico, Akihabara. Aquí, el viajero se sumerge en una experiencia virtual que los japoneses denominan la vida multimedia total .

​

Esta es una ciudad inteligente. Es casi inverosímil aceptar que la modernización comenzó hace tan sólo sesenta y dos años atrás.

​

Fue el 15 de agosto de 1945. En el preciso instante en que el emperador Hiroito renunciaba a su condición de hijo del dios Sol y aceptaba su derrota en la Segunda Guerra Mundial, empezaba la irrefrenable transformación del imperio más antiguo a la potencia tecnológica más avanzada. El emperador es hoy una figura decorativa que vive en el Palacio Imperial, con inmensos jardines, rodeados por un foso y una muralla, en medio del centro financiero y comercial.

​

Plasmas y templos
 

Moderna y futurista. Imperial y milenaria. Tokio conjuga la vanguardia y la tradición ancestral.

El viajero occidental se siente desconcertado en esta urbe, más pujante que Manhattan, donde hay pagodas, mujeres con quimono y héroes samurái.

​

En medio de los enormes edificios que proyectan imágenes para promover el consumo de masas, el visitante desprevenido se encuentra con templos milenarios.

​

El santuario Meiji es el más grande del rito sintoísta. Está escondido en una fresca y frondosa arboleda, a cuadras de Omotesando, meca de las marcas internacionales de la moda.

​

El santuario apenas se reconoce desde el exterior por sus puertas torii de madera, de 1700 años, y sus barriles de sake, exhibidos en la entrada. La bebida alcohólica es ofrecida a los dioses de la naturaleza.

​

Los devotos se lavan las manos y la boca antes de ingresar. Luego se inclinan en cuarenta y cinco grados, en señal de respeto. Finalmente, golpean dos veces las palmas de las manos, para despertar a los dioses ebrios...

En tanto, sacerdotes ataviados con trajes típicos e inmensas pelucas sacuden papeles blancos para espantar demonios y malos espíritus.

​

En otro extremo de la ciudad, en el barrio Asakusa, el templo Senso-ji, dedicado a la diosa Kannon, es el más antiguo del culto budista. La entrada a la pagoda tiene, en el exterior, una enorme linterna roja decorada con ideogramas negros. Antes de ingresar, los visitantes se purgan con el vapor que exhuma un enorme quemador de incienso. Todo el barrio circundante está impregnado con el olor y la fisonomía del antiguo imperio Edo.

​

Tradición y vanguardia

​

Los templos religiosos son aquí tan importantes como los templos de la moda.

​

La tienda de Louis Vuitton está construida con incrustaciones del mármol blanco usado en el Taj Mahal; la de Chanel tiene una cortina de vidrio luminoso; la de Hermès está serigrafiada con delgadas líneas de oro y la de Prada está revestida con cristales que aparentan un templo.

​

Las mujeres japonesas se pasean, entre las grandes boutiques, al amparo de minúsculos paraguas. En invierno y en verano, en otoño y primavera, las sombrillas las protegen de la lluvia y del sol: jóvenes y ancianas evitan broncear su piel, tan delicada como un pliego de papel de arroz.

​

En calles oscuras, apenas iluminadas por luces tenues de farolitos, el viajero avezado puede descubrir maikos, jóvenes aprendices de geishas, ataviadas con quimono. Esta tradicional túnica de seda labrada y brocato es tan cara como una joya. Pero se alquila en las grandes boutiques a 3000 yenes (25 dólares) por día.

​

La mayoría de los 14 millones de habitantes de esta capital no viaja en dos ni en cuatro ruedas: se mueve a bordo de trenes subterráneos.

​

La red es como un inmenso hormiguero bajo tierra y está tan atestada de usuarios que las empresas de transporte contratan a sujetos fornidos, adiestrados en el arte de empujar, para posibilitar que los pasajeros ingresen en los vagones a la fuerza.

​

Las mismas empresas que promueven el oficio de empujador profesional desarrollan un proyecto ambicioso para 2025: un ferrocarril que levite sobre un campo magnético.

 

El tren, literalmente, volará sobre este suelo milenario.

Datos Utiles

·  En un hotel cápsula, una noche cuesta 3500 yenes (29 dólares).

·  Hotel de negocios: de 8000 a 15.000 yenes (67 a 127 dólares).

·  Hotel primera clase: 50.000 yenes (423 dólares).

© 2020 - FUERA DE RUTA VIAJES

  • White Facebook Icon
bottom of page